La segunda persona en discordia es la hija de la manchega de la que arriba hablamos, quien tiene dos hijos, uno de ellos dependiente de ella. En este caso, si ha podido ver algo del dinero que se merece, aunque un señor con barbas parece empeñado en que deje de ser así, pero no es el tema que nos ocupa. Lo que nos ocupa es la capacidad de sacrificio que esta mujer lleva desarrollando por amor. Tal vez no pueda explicar los sentimientos de una persona que dedica su vida a su hijo, cuya sonrisa se ensancha solo con verla (lo que alimenta, como pueden imaginar, la de la madre), pero si se valorar ese esfuerzo. Si he de calificarlo, al igual que el del párrafo superior, no puedo hacerlo de otra manera que no sea con la palabra titánico. Pero no queda aquí la cosa, cuando la situación con su padre empeoró no sólo se ha tenido que hacer cargo de su hijo, si no que ha ayudado a su madre en todo lo posible, ha llevado dos casas, un total de seis personas contándola a ella. Y todo eso en una situación tan complicada como la enfermedad de su padre, sin nada que poder hacer por él los médicos. La fuerza de voluntad, la robustez, siendo claros, los huevos necesarios para lo que ha hecho no son fáciles de ver en la mayoría de los casos, cuando veo cosas así y luego a una feminista por ahí quejándose que hay que decir chicos y chicas porque el neutro es excluyente, por ejemplo, no puedo más que reirme, pues el verdadero feminismo es lo que ha hecho esta protagonista nuestra. Echarle cojones a la cosa, coger el toro por los cuernos e incluso levantarlo en el proceso.
Por último queda el marido/padre, aquejado desde hace tiempo de una enfermedad que lo hacía dependiente, era impresionante ver como disfrutaba de estar con su familia, como se le iluminaba la cara cada vez que los veía, las ganas de seguir disfrutando de ellos. Por si fuera poco, tuvo que pasar por un cáncer de garganta, que lo dejo sin la posibilidad de hablar. Los médicos decían que debido a su enfermedad no podrían enseñarle a comunicarse, pero he de decir que ellos no contaban con las ganas de disfrutar del hombre. Se hacía entender perfectamente y seguía trasmitiendo sentimientos, pues muchas veces, más que palabras, solo hacen falta estos para que quien quiere entenderte lo haga. La segunda acometida del cáncer no tenía solución, y el hombre seguía disfrutando de su familia, iluminándose cada vez que los veía. Si todo esto parece poco, en los últimos momentos, sin poder comer ni beber prácticamente, seguía luchando, aguantando, a todos sorprendió que tuviera esa fuerza de voluntad. Descanse en paz.
Si algo hay que aprender de estas tres personas, que no será lo único, es que casi todo puede hacerse con fuerza de voluntad y coraje.
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